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REFLEXIONES: UNA VISIÓN DISTINTA LA COLUMNA LUMBAR: EL SOSTÉN DE LA HUMANIDAD

Salud General
Autor
Fraternidad-Muprespa

Por José Ángel Bartumeus Castillo.

Phi es igual a uno más raíz cuadrada de 5 divididos entre dos. Es decir, Phi es igual a uno con seis uno ocho cero tres nueve ocho… etc…en otras palabras: El número áureo, número dorado, razón áurea, razón dorada, media áurea, proporción áurea o divina proporción…

Esta proporción o forma de seleccionar proporcionalmente una línea se llama proporción áurea, se adopta como símbolo de la sección áurea (Æ), y la representación en números de esta relación de tamaños se llama número de oro = 1,618. Numero Phi o Fi, en homenaje al gran escultor clásico Fidias.

Euclides, Platón, Kepler, Durero, el matemático y teólogo Luca Paciolii, Fibonacci, etc.… nos hablan y teorizan de esta proporción para hablarnos de matemáticas, filosofía, arte o Dios.

Pero será Vitruvio con la celebérrima ilustración de Leonardo da Vinci la que nos hará comprensible a ojos humanos la interpretación de todo esto.

El hombre como eje principal de el mismo, su simetría y proporcionalidad, la misma que una concha de Nautilus o la que hay entre planetas o sistemas solares.

•    La relación entre la altura de un ser humano y la altura de su ombligo.
•    La relación entre la distancia del hombro a los dedos y la distancia a del codo a los dedos.
•    La relación entre la altura de la cadera y la altura de la rodilla.
•    La relación entre el primer hueso de los dedos (metacarpiano) y la primera falange, entre la primera y la segunda, o entre la segunda y la tercera, si dividimos todo es Φ.
•    La relación entre el diámetro de la boca y el de la nariz.
•    La relación entre el diámetro externo de los ojos y la línea interpupilar.

        

Cuando la tráquea se divide en sus bronquios, si se mide el diámetro de los bronquios por el de la tráquea se o obtiene Φ, o el de la aorta con sus dos ramas terminales (ilíacas primitivas).

Todo es absolutamente proporcional y simétrico, trazado con el milimétrico compás de un arquitecto, con su eje maravilloso, que distingue, realza, divide y o organiza. Su eje, es decir, la columna vertebral.
 
Haya servido esta exposición de la proporción áurea para hacernos entender lo cuidadosamente relacionados que estamos entre nosotros y en nosotros.

Como funcionamos dentro de ese amasijo cosmogónico de nervios y músculos, como la base es una columna erguida que nos hace levantarnos y dominar otros seres en la escala evolutiva.

Nuestra espalda, su armazón principal, la columna, el centro de nuestra vida, el director y gran comunicador entre el cerebro y nuestro resto.

Espaldas erguidas orgullosas, columnas retorcidas y mezquinas como la de cualquier imagen del “Mercader de Venecia” de Shakespeare, centros sinuosos y hermosos con una pátina de voluptuosidad y belleza como la bella mujer de Ingres (La bañista de Valpicón, 1808), monstruosos enanos llenos de humanidad de Diego Velázquez, el “Enano de morra”.
 
Diablos “hocicudos” y “ojipelambrudos”, como diría Alberti, de columnas imposibles y surreales del atormentado pintor de los países bajos El Bosco. (Detalle de El infierno). Doblarla, en señal de sumisión, de cobardía…

Todo nuestro centro voluntariamente humillado para demostrar cierta dependencia a algo o a alguien, como decía Martin Luther King: “Nadie se nos montará encima si no doblamos la espalda“.

Puede que Schielle, pintor austriaco contemporáneo a Klimt nos refleja mejor que nadie, como la columna nos explica algo más que un abstracto concepto de cómo soportamos nuestro cuerpo y vida, él nos explica en sus trazos hoscos, como sus figuras imposibles gritan rebeldía y dañan picadamente la moral.

Se me antoja la columna vertebral como una especie de pincelada definitoria en un cuadro, como la base de una iglesia o como el eje de todo un planeta. O la tensión casi en brasas de una bailaora flamenca, dónde las ordenes de su retorcida columna se pueden ver en sus brazos o dedos, casi como los ojos un ser con vida propia.

Nos podríamos adentrar en la trascendencia de la columna vertebral en la cultura oriental, en sus denominados chakras, contenedora de toda energía y espiritualidad, en el yoga o hasta en la enorme proliferación de terapias alternativas que toman como base, entrada y salida, principio y fin de todo, a este pilar humano.

Pero que sirva esta introducción para hacernos entender solamente, que la columna vertebral ha sido y será, el icono básico del lenguaje y la gran guardiana de nuestra frágil y enigmática existencia. En resumidas cuentas, de nuestra humanidad.

Y así, reflexiono también en el trabajo, los peones y obreros recogiendo y arrodillándose para cargar con su carga, el recuerdo del bien sabido consejo de cargar genuflexionando ligeramente las piernas para evitar dolor en la espalda, los recolectores, la vendimia, hasta el éxtasis casi rendido de un amante, un dolor amoroso o de un místico medieval.