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La salud de las mujeres.

Salud General

Resumén analítico realizado por la Organización Mundial de la Salud sobre la situación de la mujer: los datos de hoy, la agenda de mañana.

1. Inequidades amplias y persistentes.

Las desigualdades entre las mujeres y los hombres.

Mujeres y hombres afrontan muchos problemas de salud semejantes, pero las diferencias son de tal magnitud que la salud de las mujeres merece que se le preste una atención particular. Las mujeres suelen vivir más que los hombres porque tienen ventajas biológicas y de comportamiento. Pero en algunas circunstancias, sobre todo en partes de Asia, estas ventajas son anuladas por la discriminación de las mujeres y como consecuencia su esperanza de vida al nacer es igual o inferior a la de los hombres.

Por si fuera poco, la vida más prolongada de las mujeres no es por fuerza más sana. Hay situaciones que son exclusivamente femeninas y solo las mujeres experimentan sus repercusiones negativas. Algunas, como el embarazo y el parto, no son enfermedades sino fenómenos biológicos y sociales que entrañan riesgos para la salud y requieren asistencia sanitaria. Otros problemas afectan a hombres y mujeres, pero tienen un efecto mayor o diferente en estas, que por lo tanto necesitan respuestas adaptadas específicamente a sus necesidades. Algunos trastornos afectan más o menos por igual a ambos sexos, pero las mujeres se enfrentan con más dificultades para obtener la asistencia sanitaria que necesitan. Por añadidura, las desigualdades de género, por ejemplo en materia de educación, ingresos y empleo, limitan la capacidad de niñas y mujeres para proteger su propia salud.

Diferencias entre los países de altos ingresos y los de bajos ingresos.

Si bien es verdad que los problemas de salud que afrontan las mujeres comparten muchos rasgos comunes en todo el mundo, también se observan sorprendentes diferencias determinadas por las distintas condiciones de vida. En los países de ingresos elevados, las mujeres de todos los grupos de edad viven más tiempo y presentan menor morbilidad y mortalidad que las de los países de ingresos bajos. En los países más ricos, las tasas de mortalidad de los niños y las mujeres jóvenes son muy bajas y la mayor parte de las muertes se producen después de los 60 años de edad. En los países más pobres, el panorama es muy diferente: la población es más joven por término medio, las tasas de mortalidad en los niños son más altas y la mayoría de las defunciones de mujeres corresponden a adolescentes y adultas jóvenes. La diferencia más patente entre los países ricos y los pobres se observa en la mortalidad materna: de las más de medio millón de defunciones maternas que ocurren cada año 99% corresponden a los países en desarrollo. No es de sorprender, por lo tanto, que la máxima carga de morbilidad y mortalidad, particularmente durante los años reproductivos, se concentre en los países más pobres y a menudo con las instituciones más débiles, en particular los que afrontan crisis humanitarias.

Las desigualdades dentro de los países.

La salud de las niñas y las mujeres se ve influida de manera definitiva por factores sociales y económicos, como el acceso a la educación, el nivel de riqueza familiar y el lugar de residencia. En casi todos los países, las niñas y mujeres de las familias más pudientes presentan menor mortalidad y usan más los servicios de asistencia sanitaria, por comparación con las que pertenecen a familias pobres. Estas diferencias no se limitan a los países en desarrollo sino que también ocurren en los países desarrollados.

2. La sexualidad y la reproducción son aspectos centrales de la salud de las mujeres.

La salud de las mujeres durante los años reproductivos o fecundos (entre los 15 y los 49) es importante no solo para ellas mismas, sino porque también tiene repercusiones en la salud y el desarrollo de la siguiente generación.

Durante ese periodo, muchos de los problemas de salud son exclusivos de las niñas y las mujeres. Por ejemplo, las complicaciones del embarazo y el parto son la causa principal de muerte en las mujeres de entre 15 y 19 años en los países en desarrollo. A nivel mundial, la causa principal de muerte de las mujeres en edad reproductiva es el sida. Las niñas y las mujeres son particularmente vulnerables a la infección por el VIH debido a una combinación de factores biológicos y desigualdades de género, sobre todo en las culturas que limitan el conocimiento de las mujeres acerca de la infección por el VIH y su capacidad de protegerse y de negociar unas relaciones sexuales sin riesgo. En los países de ingresos bajos y medianos, los factores de riesgo más importantes de muerte y discapacidad en este grupo de edad son la falta de medios anticonceptivos y las prácticas sexuales de riesgo. Ambas dan como resultado embarazos no deseados, abortos peligrosos, complicaciones del embarazo y el parto e infecciones de transmisión sexual, en particular la causada por el VIH. La violencia es otro riesgo importante para la salud sexual y reproductiva de las mujeres que también puede ocasionar trastornos mentales y otros problemas crónicos de salud.

3. El tributo que se cobran las enfermedades crónicas, los traumatismos y los trastornos mentales.

Aun cuando se conocen en general las necesidades de salud sexual y reproductiva de las mujeres, estas afrontan también otros problemas de salud.

Los traumatismos causados por el tránsito son una de las cinco causas principales de muerte de las adolescentes y las mujeres en edad reproductiva en todas las regiones de la OMS, con la excepción del Asia Sudoriental. En esta última región las quemaduras ocupan el tercer lugar de la lista; muchas son causadas por accidentes al cocinar, pero algunas son homicidios o suicidios a menudo relacionados con la violencia ejercida por la pareja. Hacen falta más investigaciones para entender mejor las causas fundamentales de estas muertes y elaborar estrategias de prevención eficaces.

A nivel mundial, el suicidio es una de las causas principales de muerte en las mujeres entre los 20 y los 59 años de edad; en los países de ingresos bajos y medianos de la Región del Pacífico Occidental ocupa el segundo lugar. El comportamiento suicida es un grave problema de salud pública en las niñas y mujeres de todo el mundo. Los trastornos mentales, en particular la depresión, son una causa importante de discapacidad en las mujeres de todas las edades. Si bien las causas de estos trastornos pueden variar de una persona a otra, en las mujeres son factores contribuyentes su baja condición socioeconómica, la carga de trabajo que sobrellevan y la violencia de que son objeto.

En los países de ingresos bajos, medianos o altos, las enfermedades cardiovasculares y los accidentes cerebrovasculares son importantes causas de mortalidad y de problemas crónicos de salud en las mujeres mayores de 60 años. Otra causa sobresaliente de muerte y discapacidad es la enfermedad pulmonar obstructiva crónica, que se ha vinculado con la exposición de las mujeres al humo y a la contaminación del aire en interiores derivada en gran medida de sus funciones domésticas. En muchas mujeres, el envejecimiento se acompaña de pérdida de la vista: cada año, más de 2,5 millones de mujeres mayores se quedan ciegas. Una buena parte de esta carga de discapacidad podría evitarse si tuvieran acceso a la asistencia necesaria, en particular, la operación de cataratas.

En los países de ingresos bajos, la tracomatosis es una causa importante pero evitable de ceguera que afecta en especial a las mujeres.

4. Un comienzo justo para todas las niñas es decisivo para la salud de las mujeres.

Muchos de los problemas de salud que aquejan a las mujeres adultas se remontan a la niñez.

La nutrición adecuada es un determinante esencial de la salud tanto en la niñez como en las etapas posteriores de la vida. El estado de nutrición de las niñas es particularmente importante habida cuenta de su futura función reproductiva potencial y las repercusiones de la mala nutrición de la mujer en la descendencia. Evitar el maltrato y el descuido infantiles y crear entornos propicios en la primera infancia ayudarán a que los niños logren el óptimo desarrollo físico, social y emocional. También ayudará a evitar comportamientos arriesgados y una carga considerable de enfermedades, en particular los trastornos mentales y el uso de sustancias psicotrópicas, en etapa posterior de la vida.

Cambiar el comportamiento ahora reporta grandes beneficios de salud más adelante.

Es imprescindible atender las necesidades de salud y desarrollo de los adolescentes para que estos hagan una transición sana a la edad adulta. La sociedad tiene que combatir los factores que favorecen comportamientos potencialmente nocivos con respecto a las relaciones sexuales, el consumo de tabaco y alcohol, la alimentación y la actividad física; asimismo, debe brindar a los adolescentes el apoyo que necesitan para evitar dichos comportamientos.

En muchos países de ingresos altos, está aumentando el número de las adolescentes que consumen alcohol y tabaco, y la obesidad va en ascenso. Apoyar a los adolescentes para que adquieran hábitos saludables les reportará importantes beneficios de salud en etapa posterior de la vida, en particular, menor mortalidad y discapacidad por enfermedades cardiovasculares, enfermedades cerebrovasculares y cáncer.

Atender las necesidades de las mujeres de edad planteará un reto importante a los sistemas de salud.

Como las mujeres tienden a vivir más tiempo que los hombres, representan una proporción cada vez mayor en el grupo de las personas de edad. La sociedad necesita prepararse ahora para prevenir y atender los problemas crónicos de salud que suelen acompañar a la vejez. Adoptar hábitos saludables a edades más tempranas puede ayudar a las mujeres a llevar una vida activa y sana hasta bien entrada la vejez. Hay que prepararse igualmente para sufragar los costos de la atención de las mujeres de edad. Actualmente, muchos países de ingresos altos destinan una gran proporción de sus presupuestos social y sanitario a la asistencia de los ancianos. En los países de ingresos bajos, esta asistencia a menudo corre por cuenta de la familia, de ordinario las mujeres. Hacen falta políticas acerca de la financiación, las pensiones y la reforma fiscal en la esfera sanitaria; del acceso al empleo formal y la pensión y protección social que esto conlleva; y de la prestación de asistencia en asilos y en la comunidad.

5. La sociedad y los sistemas de salud no están cumpliendo sus obligaciones con las mujeres.

Las carencias de los sistemas de salud privan de asistencia sanitaria a las mujeres.

Los motivos por los que los sistemas de salud no cumplen sus obligaciones con las mujeres suelen ser complejos y guardan relación con los prejuicios de la sociedad contra ellas. No obstante, esas carencias se pueden entender y se deben poner en tela de juicio y cambiar. Por ejemplo, las mujeres tienen mayores gastos de salud que los hombres porque utilizan más los servicios asistenciales, pero, por comparación con los varones, suelen ser más pobres y están desempleadas o trabajan a tiempo parcial o en el sector informal, que no ofrece prestaciones sanitarias. Por consiguiente, una de las claves para mejorar la salud de las mujeres consiste en suprimir las barreras económicas que impiden el acceso a la asistencia sanitaria. Por ejemplo, cuando se cobran cuotas por los servicios de salud materna, las familias pagan una proporción considerable del costo de los servicios prestados por los establecimientos sanitarios, y los gastos que originan los partos complicados suelen alcanzar dimensiones catastróficas.

Los datos provenientes de varios países indican que la eliminación de las cuotas a las usuarias de la atención de salud materna, especialmente la relacionada con los partos, puede estimular la demanda y, al mismo tiempo, aumentar el uso de los servicios esenciales. La eliminación de las barreras económicas se debe acompañar de iniciativas para lograr que los servicios de salud sean adecuados, aceptables, de gran calidad y acordes con las necesidades de las niñas y las mujeres.

Los sistemas de salud dependen de las mujeres como prestadoras de asistencia sanitaria.

No deja de ser paradójico que los sistemas de salud con frecuencia desatiendan las necesidades de las mujeres a pesar de que estas contribuyen mucho a mejorar la salud mediante su función como cuidadoras principales de la familia y también como prestadoras de asistencia sanitaria en los sectores formal e informal. Las mujeres, que constituyen la columna vertebral del sistema sanitario, raras veces están representadas en los puestos ejecutivos o de gestión; más bien tienden a concentrarse en los empleos con sueldos bajos y expuestas a mayores riesgos de salud ocupacional. Su función como prestadoras informales de asistencia sanitaria en el hogar o la comunidad no suele recibir apoyo, reconocimiento ni remuneración.

Las fallas de la sociedad perjudican la salud de las mujeres.

La salud de las mujeres se ve profundamente afectada por la forma en que son tratadas por la sociedad en general y la situación en que esta las coloca. La salud de las mujeres sufre cuando siguen siendo discriminadas y víctimas de la violencia. En los lugares donde se las excluye legalmente del derecho a la posesión de tierras o propiedades o del derecho al divorcio, aumenta su vulnerabilidad social y física. En su forma más extrema, los prejuicios sociales o culturales contra las mujeres en razón de su sexo pueden desembocar en la muerte violenta de estas o en el infanticidio femenino. Aunque se están logrando progresos, hay motivos para seguir pugnando por avanzar más.

A pesar de que se ha adelantado mucho en materia de educación de las niñas, sigue habiendo una gran diferencia entre ambos sexos por lo que respecta a la educación secundaria, el acceso al empleo y la igualdad de paga. Entre tanto, la mayor independencia económica de que gozan algunas mujeres gracias al mayor acceso al empleo puede reportar beneficios para la salud, pero a nivel mundial las mujeres están menos protegidas en los lugares de trabajo, tanto por lo que hace a la seguridad como por las condiciones en que trabajan.

La elaboración de una agenda en pro de la salud de las mujeres.

Mediante la publicación de este informe la OMS se propone señalar las áreas esenciales donde hay que efectuar reformas, tanto dentro del sector de la salud como fuera de este. La atención primaria de salud, gracias al acento que pone en la equidad, la solidaridad y la justicia social, brinda la oportunidad de lograr cambios mediante la acción normativa en las cuatro esferas siguientes.

Creación de un liderazgo sólido y de una respuesta institucional coherente.

Las respuestas nacionales e internacionales que se dan a los problemas de salud de las mujeres tienden a ser fragmentarias y tienen un alcance limitado. Para progresar será imprescindible adoptar mecanismos que fomenten el liderazgo participativo audaz y centrado en un programa de acción coherente. La participación activa y plena de las mujeres y sus organizaciones es esencial. Los adelantos importantes en la esfera de la salud de las mujeres logrados en algunos países muestran que es posible mejorar la situación. Se conocen las intervenciones que hacen falta y los recursos se pueden conseguir.

Los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) han tenido una importancia decisiva para mantener el interés centrado en el desarrollo y para establecer puntos de comparación frente a la multitud de solicitudes que compiten por la atención del mundo. El hecho de que se haya establecido un objetivo independiente para la salud materna pone de relieve la falta de progreso en esta esfera y ha atraído el apoyo político y económico para acelerar el cambio. La adición de la meta del acceso universal a los servicios de salud reproductiva ha ayudado a ampliar el alcance del objetivo. Lo que se impone ahora es dirigir la atención hacia las muchas otras dificultades y los determinantes de la salud de las mujeres que se describen en el presente informe. Al hacerlo, habrá que centrarse en el logro de la igualdad entre los sexos y la potenciación de las mujeres (ODM 3). La situación es compleja a causa de la forma como los asuntos de las mujeres se manejan tanto en los gobiernos como entre estos y las organizaciones internacionales, lo que da origen a muchas iniciativas que compiten por los recursos. Hace falta más colaboración para crear estructuras de apoyo, generar incentivos e implantar mecanismos de rendición de cuentas para mejorar la salud de las mujeres.

Hacer que los sistemas de salud trabajen en favor de las mujeres.

En el presente informe se pone de relieve la necesidad de fortalecer los sistemas de salud para que satisfagan las necesidades de salud de las mujeres por lo que se refiere al acceso, su carácter integral y su capacidad de reacción. Y no se trata de algo limitado a las cuestiones de la salud sexual y reproductiva, sino que es pertinente a lo largo de toda la vida. El progreso que se logra en el aumento del acceso a los servicios que podrían mejorar la salud de las mujeres es fragmentario y desigual. Algunos servicios, como la atención prenatal, suelen implantarse con mayor frecuencia que los relacionados con la salud mental, la violencia sexual y el tamizaje del cáncer del cuello uterino.

En varios países, y no solo en los que se hallan sumidos en una crisis humanitaria, se observan niveles bajísimos de cobertura de intervenciones básicas como la vacunación y la asistencia calificada del parto. La exclusión de los necesitados, particularmente los pobres y los vulnerables, de la asistencia sanitaria es común y la brecha de la desigualdad se está ensanchando en muchos países. Los métodos para ampliar la cobertura deben tener en cuenta las prestaciones que se brindan e incluir forzosamente una mayor gama de servicios para las niñas y las mujeres de todas las edades. Asimismo, tienen que abordar el problema de la protección económica eliminando las cuotas a los usuarios y promoviendo planes de pago anticipado y mancomunación de riesgos.

Impulsar los cambios en las políticas públicas para lograr una sociedad más sana.

En el informe se muestra la manera en que los determinantes sociales y económicos repercuten en la salud de las mujeres. Muchas de las causas principales de morbilidad y mortalidad de las mujeres, lo mismo en los países ricos que en los pobres, tienen su origen en las actitudes de la sociedad hacia ellas, lo que a su vez se refleja en las estructuras y los sistemas que establecen las políticas, determinan los servicios y crean las oportunidades. Si bien las soluciones técnicas pueden mitigar las consecuencias inmediatas, el progreso sostenido dependerá de cambios más profundos. Las políticas públicas pueden influir en la exposición a los riesgos, el acceso a la asistencia y las consecuencias de la mala salud en las mujeres y las niñas. El informe presenta ejemplos de políticas de este tipo, desde las medidas focalizadas para alentar a las niñas a matricularse en la escuela y labrarse una educación (mediante la creación de un ambiente escolar sin riesgos y el fomento del matrimonio a una edad mayor) hasta las medidas para crear entornos que tengan en cuenta las necesidades de las personas mayores y aumentar las oportunidades para que las mujeres de edad hagan aportaciones productivas a la sociedad. Las estrategias de alcance más amplio, como la reducción de la pobreza, el aumento del acceso a la alfabetización, la educación y la capacitación y la multiplicación de las oportunidades para que las mujeres participen en las actividades económicas, también coadyuvarán a lograr adelantos sostenibles en la salud de las mujeres. La experiencia indica que esto exige la aplicación de un criterio de igualdad entre los sexos y de respeto por los derechos humanos que sepa sacar provecho de la energía de la sociedad civil y reconocer la necesidad del involucramiento político.

Fortalecimiento del acervo de conocimientos y monitoreo de los progresos.

El informe pone de manifiesto las principales lagunas de conocimiento que limitan seriamente lo que podemos afirmar con verdadero fundamento acerca de la salud de las mujeres en diferentes partes del mundo. Se sabe mucho sobre el tema, pero persisten muchas lagunas en nuestra comprensión de las dimensiones y la índole de las dificultades especiales con que se enfrentan las mujeres y la forma como podrían resolverse eficazmente. También tenemos que cuantificar el progreso, y es preciso hacerlo ahora mismo. Hay que fortalecer los cimientos de una mejor información acerca de las mujeres y la salud, comenzando por los sistemas de registro civil que generan estadísticas, como las causas de defunción por edad y sexo, y la recopilación y el uso de datos sobre problemas comunes, desglosados por edad y sexo. Estos datos son esenciales para la planificación y gestión de los programas; carecer de dichos sistemas condena irremediablemente los esfuerzos por monitorear los cambios, por ejemplo, de la mortalidad materna. Las investigaciones deben incorporar sistemáticamente la consideración de las cuestiones de sexo y género en el diseño, el análisis y la interpretación de los resultados. Es imprescindible centrar más la atención en la evaluación de los progresos logrados en el aumento de la cobertura de intervenciones clave, junto con el seguimiento de las políticas pertinentes, las medidas de desempeño de los sistemas de salud y las pautas de la equidad.

Conclusión.

Mediante el examen de los datos recopilados y el establecimiento de la agenda para el futuro, el presente informe señala el camino hacia las medidas necesarias para mejorar la salud de las niñas y las mujeres en todo el mundo. El propósito es brindar los fundamentos para entablar los diálogos de política y estimular la actuación de los países, los organismos y los socios para el desarrollo. Si bien el informe subraya las diferencias entre mujeres y hombres, no es un documento que trate solamente de las mujeres ni que se dirija exclusivamente a ellas. Prestar atención a la salud de las mujeres es un medio necesario y eficaz para fortalecer los sistemas de salud en su totalidad, y este fortalecimiento nos beneficia a todos.

Mejorar la salud de las mujeres es importante para ellas, sus familias, la comunidad y la sociedad en general.

Mejorar la salud de las mujeres es mejorar el mundo.