
Simular que se mastica chicle reduce el riesgo de disfagia en personas mayores.
Conferencia del IV programa de formación a cuidadores familiares sobre ‘Trastornos alimentarios y riesgos asociados en personas mayores’.
Algo tan sencillo como simular la masticación de chicle puede tener efectos beneficiosos para las personas mayores con disfagia (dificultad o imposibilidad para tragar). “Simular que se mastica chicle a través de ejercicios bucolinguales específicos favorece el fortalecimiento de los músculos de la boca y la legua, lo cual supone una ayuda a la deglución”. Éste es uno de los aspectos que Rebeca Valera, médica de la residencia sociosanitaria Igurco Unbe, expone en una conferencia titulada ‘Trastornos alimentarios y riesgos asociados en personas mayores’, dentro del IV programa de formación a cuidadores familiares, celebrada en Bilbao.
“Se estima que entre el 56 y el 78% de los mayores institucionalizados puede tener distintos grados de disfagia, por lo que es un problema de gran prevalencia. De hecho, la disfagia debe ser correctamente diagnosticada y tratada ya que su existencia puede provocar problemas graves de desnutrición, deshidratación y neumonías aspirativas”, ha indicado la doctora.
Precisamente, las neumonías aspirativas “suceden cuando parte del alimento, por la deficiente función al deglutir, pasa a las vías aéreas. Este problema es grave ya que, dependiendo de diversos factores como la cantidad de alimento o lo pronto que se detecte el trastorno, presenta un índice de mortalidad entre el 20 y el 80%”, ha explicado.
Asimismo, las consecuencias de la disfagia también se traducen en una peor calidad de vida, en un rechazo a realizar comidas con otras personas, a una mayor necesidad de cuidados externos y a una mayor tasa de institucionalización.
Síntomas para detectar una disfagia en una persona mayor.
Los síntomas que pueden alertar al cuidador ante la existencia de una disfagia son “el babeo, masticar la comida durante un tiempo anormalmente prolongado, la existencia de restos de alimento en la boca después de tragar, toser y carraspear tras deglutir el alimento, la regurgitación nasal de restos de comida, hablar con una voz “húmeda” o gangosa, etc.”.
Ante esta situación, “es necesaria la intervención médica para tratar y manejar la disfagia, con el objetivo de que el paciente mayor trague de una manera segura y eficaz, logrando una alimentación adecuada y una correcta nutrición”.
El manejo de la disfagia permite diversas vías de tratamiento: “siempre que se pueda, se ha de tratar de mantener la alimentación a través de la boca, adaptando la dieta conforme a un plan de cuidados específico, cuidando al máximo la higiene bucodental, proporcionando al mayor un tiempo suficientemente amplio para que coma, evitando distracciones mientas come y realizando ejercicios para tonificar los músculos de la boca y la lengua, entre otras medidas”.
No obstante, en ocasiones los alimentos “habrán de prepararse de una forma distinta a su presentación natural”. Para ello, el cuidador, siguiendo indicaciones del profesional sanitario, puede optar por preparar diversas adaptaciones de la dieta. Por ejemplo, en formato sólido “podemos ofrecer la comida en distintas presentaciones: de forma normal (un filete), de fácil masticación (se puede trocear con el tenedor), dieta blanda (se puede comer indistintamente con cuchara y tenedor) y en puré”. Los líquidos “pueden ingerirse en una presentación líquida (agua, leche), néctar (batido), miel (compota9 y pudin (gelatina, natillas).
Para grados más graves de disfagia, se puede contar también con la ayuda de la nutrición enteral y del empleo de suplementos dietéticos, que aporte las carencias que puedan existir”.