
LOS ALIMENTOS FUNCIONALES COMO HERRAMIENTA DE SALUD PÚBLICA.
La mayor esperanza de vida, el sedentarismo, los malos hábitos alimentarios y el incremento de enfermedades crónicas (cardiovasculares, cáncer, diabetes, obesidad…) que cada vez se manifiestan a edad más temprana, junto a la aspiración a estar sano ponen de actualidad, más que nunca, el antiguo concepto hipocrático de “que los alimentos sean tu medicina y los medicamentos tu alimento”. Para la medicina supone un desafío aprovechar para su práctica los beneficios que pueden aportar los alimentos y conseguir que la alimentación sea, en lugar de un problema –como parece serlo hoy por la alta prevalencia de la obesidad-, una eficaz herramienta de salud pública. Para los ponentes de las conferencias impartidas en la Real Academia Nacional de Medicina sobre alimentos funcionales y probióticos el pasado mes de mayo, Abel Mariné y José Antonio Mateos, “todos los alimentos son funcionales (todos tienen un beneficio), pero unos más que otros”. Los alimentos funcionales que podemos considerar relevantes desde el punto de vista médico son alimentos que pueden haber sido modificados o no, que son susceptibles de ayudar a mantener la salud y reducir riesgos de enfermedad. Para que un alimento sea considerado funcional, debe cumplir algunos requisitos como: Esto diferencia a los alimentos funcionales, por ejemplo, de los alimentos dietéticos o los complementos alimenticios también llamados nutracéuticos Los ponentes insistieron en la necesidad de demostrar la evidencia científica de la aportación que se adjudica al alimento. Además, resulta clave estudiar la dosificación, pues un ingrediente benigno en la dosis adecuada, puede tener efectos adversos en otra, como se ha demostrado por ejemplo con el betacaroteno, que en dosis adecuadas tiene un efecto antioxidante muy positivo, pero que se ha demostrado que en altas dosis suministradas a fumadores, aumentaba la incidencia de cáncer. Otro factor que debe ser tenido en cuenta a la hora de aplicar los alimentos funcionales como herramienta de salud y que requerirá nuevas investigaciones, es las interacciones que pueden tener los ingredientes con los propios fármacos, pues se han demostrado casos tanto negativos: como el de que la administración de zumo de naranja a pacientes en tratamiento con fluorquinolonas, disminuye la capacidad de absorción del fármaco por el organismo, como positivos: las dietas ricas en Omega 3 potencian los efectos de las sinvastatinas. En cuanto a los alimentos probióticos, aquellos funcionales que contienen microorganismos vivos beneficiosos para la salud, los ponentes destacaron cómo los individuos sanos mantienen un mejor equilibrio bacteriano que los enfermos y cómo está demostrada la necesidad de su presencia y su interacción con el metabolismo humano, así como la creciente evidencia científica de su eficacia en la prevención y tratamiento de ciertas patologías como la diarrea causada por antibióticos, las infecciones por la bacteria C. difficile, las diarreas infecciosas en niños, la hinchazón y el dolor abdominal o los resfriados y las infecciones leves de las vías respiratorias. Mirando hacia el futuro, destacaron las investigaciones que se están realizando para analizar las interacciones entre el genoma humano y el genoma bacteriano hospedado que forman el “metagenoma” humano y que puede ayudar a explicar los mecanismos de ciertas enfermedades, entre ellas los crecientes desarreglos del sistema inmunitario con un creciente aumento de patologías autoinmunes como las enfermedades inflamatorias intestinales (Chron, etc.), diabetes tipo 2 y otras. Sobre este tipo de alimentos los ponentes destacaron que es necesario demostrar científicamente los efectos en cada cepa de microorganismos probióticos beneficiosos y que los efectos demostrados científicamente en diferentes estados de la vida (niños, adultos y ancianos) y en diferentes patologías (diarrea por antibióticos, por rotavirus, disminución de infecciones, etc.) no es extrapolable a otras cepas a no ser que haya suficiente evidencia científica. Algunos datos sobre probióticos Existe evidencia científica de que los alimentos funcionales pueden ayudar a la prevención y también al tratamiento de patologías leves.