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DESCUBRIMIENTOS MÉDICOS POR AZAR

Salud General
Autor
Fraternidad-Muprespa

Por Ana Periset y Margarita Barrigón.

La observación de hechos naturales y datos inesperados o anómalos está en la base de la investigación y desarrollo de muchos medicamentos, favoreciendo el desarrollo de nuevas teorías y aplicaciones terapéuticas. Estos descubrimientos en ocasiones se han llevado a cabo de forma fortuita, cuando no sorprendente.

Un ejemplo es el Dicumarol, fármaco del que derivan los anticoagulantes orales usados en la actualidad. A principios del siglo XX los granjeros canadienses veían sorprendidos que su ganado moría como consecuencia de severas hemorragias. Fue un veterinario inglés, en 1920, quien pudo determinar que la causa se debía a que los animales ingerían una planta denominada trébol dulce. En 1939 se consiguió aislar el agente hemorrágico responsable al que denominaron Dicumarol y en 1941 se publicó su uso clínico en humanos como anticoagulante.

Resulta también curioso el uso terapéutico de un explosivo líquido: la Nitroglicerina. Descubierta en 1846 por el químico italiano Ascanio Sobrero, no fue hasta 1875 cuando el químico sueco Alfred Nobel encontró la manera de poder utilizarla con la suficiente seguridad en trabajos de construcción. Mezclando la nitroglicerina con sílice, el líquido se convertía en una pasta que se podía modelar en forma de barra y que denominó dinamita.

Los efectos terapéuticos de la nitroglicerina fueron descubiertos de manera casual, cuando se observó que ninguno de los trabajadores de una fábrica de nitroglicerina, propiedad de Alfred Nobel, padecía hipertensión.

En 1878, el Dr. William Murrell experimentó con el uso de nitroglicerina para aliviar la angina de pecho y reducir la presión arterial. Comenzó tratando a los pacientes con pequeñas dosis diluidas. El uso médico de la nitroglicerina como vasodilatador se extendió tras la publicación de sus resultados en 1879. Hoy en día se sigue utilizando en forma de parches adhesivos y en presentación sublingual.

Como ironía de la historia, el propio Nobel sufrió angina de pecho y le fue prescrita la nitroglicerina aunque no la usó. Falleció en 1896 de enfermedad coronaria.

Otras veces la clave está en la observación y aprovechamiento novedoso de los efectos secundarios de los fármacos.

Así, el Minoxidil es un potente dilatador inicialmente comercializado en 1980 para el tratamiento de la hipertensión, aunque no resultó muy efectivo para el control de la tensión. Se observó que uno de sus efectos secundarios era la aparición de vello excesivo en el cuerpo y cuero cabelludo. A raíz de ello, se investigó acerca de su aplicación directa, en forma de loción, sobre zonas afectadas por la pérdida de cabello y se descubrió su utilidad como tratamiento para la calvicie.

Otro medicamento que es fruto de un efecto secundario es el Sildenafilo, más conocido por su nombre comercial: Viagra.

En un principio el Sildenafilo se desarrolló como tratamiento para la angina de pecho y la hipertensión. Durante las investigaciones realizadas se comprobó, por un lado, que como anti-anginoso no cumplía las expectativas deseadas resultando menos efectivo que otros tratamientos disponibles y, por otro lado, que los pacientes comunicaban, como efecto colateral inesperado, una prolongada duración de la capacidad eréctil por lo que la compañía farmacéutica decidió comercializar el medicamento como tratamiento, no de la angina de pecho, sino de la disfunción eréctil.

Anecdóticamente, al finalizar el ensayo clínico el laboratorio se encontró con una situación que nunca les había ocurrido con anterioridad: cuando solicitaron la devolución de las dosis de medicamento no utilizadas se encontraron con un número sorprendentemente alto de pastillas extraviadas, perdidas o accidentalmente tiradas al inodoro…

Estos descubrimientos fortuitos son un ejemplo de la necesidad de mantener nuestra mente abierta, de forma que no se deje pasar por alto ningún hecho casual e imprevisto ya que puede llevar a investigaciones y avances relevantes.