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El ictus puede prevenirse hasta en un 40% de los casos con cambios en el estilo de vida como el ejercicio, la disminución del consumo ...

Salud General

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3 de cada 4 ictus se dan en mayores de 65 años; a partir de los 55, cada 10 años se duplican las posibilidades de sufrirlo, independientemente de las cifras de presión arterial, colesterol o diabetes.

 

El Código Ictus es un protocolo de actuación que permite la rápida identificación, notificación y traslado de los pacientes con ictus a los servicios de urgencias. Su implantación ha sido un gran éxito y en los últimos años se ha registrado un incremento de su utilización, lo que ha conducido a una mayor eficiencia en el diagnóstico definitivo y en las oportunidades de tratamiento fibrinolítico cuando se trata de un ictus isquémico.

El médico de Atención Primaria juega un papel fundamental en su tratamiento y diagnóstico por muchas razones. Como señala el doctor Juan Carlos Martí Canales, médico de familia de la Unidad de Gestión Clínica de Motril y coordinador nacional del Grupo de Trabajo de Ictus de la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria (SEMERGEN), por su cercanía a la población general, “debe colaborar en el proceso de sensibilización de la enfermedad, resaltando la importancia de las patologías cerebrovasculares y haciendo llegar un mensaje muy importante: el ictus puede prevenirse hasta en un 40% de los casos mediante la adopción de sencillas medidas que afectan al estilo de vida, como el ejercicio regular, la disminución del consumo de sal y de alcohol, la adopción de la dieta mediterránea, el control de la presión arterial, dejar de fumar, etc. En definitiva, la realización de actividades preventivas en sujetos sanos”.

Una vez ocurre un ictus, casi siempre el primer médico que lo atiende es el de Atención Primaria, que tiene la responsabilidad de establecer un diagnóstico de sospecha -el diagnóstico definitivo necesita la realización de pruebas de neuroimagen- y establecer el correcto manejo del enfermo hasta su admisión en el hospital. “Le corresponde, pues, proceder al traslado en las mejores condiciones posibles y la responsabilidad de activar bajo ciertas condiciones el Código Ictus, que disparará una serie de medidas encaminadas a que la atención al individuo con un posible ictus sea lo más eficaz posible. También debe tener un conocimiento profundo de aquello que debe y no debe hacerse durante éste periodo”, explica el experto.

Una vez se confirma el diagnóstico, el ictus se trata en el medio hospitalario, desde donde el sujeto, con más o menos discapacidad, va a ser devuelto a la responsabilidad del médico de Atención Primaria. Se establece de nuevo una continuidad de cuidados entre esta y el medio hospitalario, descargando el seguimiento de un enfermo que es considerado como de alto riesgo vascular sobre el último.

Según el doctor Martí, no hay que olvidar que “un alto porcentaje de enfermos que han sufrido un ictus van a presentar una recurrencia u otra complicación de tipo vascular. La formación en la identificación precoz por parte de familiares y cuidadores formales e informales de aquellos síntomas que pueden ser indicativos de una recurrencia es de trascendental valor y corresponde al equipo de Atención Primaria”. Asimismo, debe coordinar las actividades de rehabilitación y reinserción del enfermo y atender a las posibles y frecuentes complicaciones neurológicas y de otro tipo.

También se trataron las novedades en relación con el ictus cardioembólico, con la aparición de un nuevo grupo de fármacos anticoagulantes de mecanismo de acción distinto a los clásicos, que permite evitar los controles de INR periódicos, sin interacciones con alimentos y otros fármacos. Se trata de la primera alternativa a los cumarínicos que aparece en casi 60 años.

Los factores de riesgo del ictus

Algunos factores de riesgo del ictus, como la edad, el sexo, la raza, el bajo peso al nacer o la herencia genética no son modificables, sin embargo, otros sí lo son; es el caso de la hipertensión arterial, la diabetes, el tabaquismo, el sedentarismo, la fibrilación auricular y otras cardiopatías embolizantes, las dislipemias, la estenosis carotídea y diversos estados protrombóticos.

Realizar una correcta identificación de los sujetos de moderado o alto riesgo y lograr que el paciente cambie y adopte un estilo de vida más saludable, además de abordar con cuantas medidas farmacológicas sean oportunas los factores de riesgo modificables, es realizar una verdadera prevención primaria. “Se calcula que si fuésemos capaces de realizar la mejor prevención primaria posible, estaríamos evitando un 43% de todos los ictus. Asumimos que el coste de una mala prevención primaria es igual al de la prevención secundaria en el ictus”, añade el experto de SEMERGEN.

En cuanto a edades, las tres cuartas partes de todos los ictus ocurren en mayores de 65 años. A partir de los 55, cada 10 años se duplican las posibilidades de sufrir un ictus, independientemente de las cifras de presión arterial, los niveles de colesterol, la diabetes, etc. La edad es el mayor factor de riesgo por sí misma en el ictus.

Según señala el doctor Martí, “sin duda el número de ictus va a ir en aumento en España si tenemos en cuenta nuestra evolución demográfica. Esto va a traducirse en un mayor esfuerzo económico devengado por las medidas de prevención y en una gran cantidad de sujetos en situación de dependencia, con el consiguiente coste económico y social”.