Imagen Noticias

REFLEXIONES: UNA VISIÓN DISTINTA

Salud General
Autor
Fraternidad-Muprespa


Por José Ángel Bartumeus Castillo


La rodilla: El vehículo del hombre.

Mulberry Street

“Dicen que arrodillarse es humillante, que es esta posición la del vencido, del sumiso, del vil, del que renuncia a la última esperanza de salvarse.

Que estar arrodillado en una calle, en un templo o salón, afrenta incluso a aquel que lo contempla y no lo impide.
Como afrenta una bomba que no estalla a quien confiaba actuara su explosivo.
Sí. Es innoble actitud arrodillarse delante de otro ser, cuando el sujeto es pasivo. Más no si éste es activo.
Porque hay una excepción en que es victoria, gozo y satisfacción esta postura: cuando el amor la exige ansiosamente. Entonces es divino arrodillarse.”

José María Fonollosa de "Ciudad del hombre, New York".

Arrodillarse: el compromiso de pleitesía de todo ser vivo hacia algo superior a él, sea divino, humano o litúrgico. Se trata de un acto lleno de connotaciones, en señal de inferioridad o, por qué no, en señal de complicidad sentimental, sensual…

La genuflexión ante el Papa (es costumbre entre los católicos y cristianos hacer una genuflexión ante él, pero utilizando la rodilla izquierda, para diferenciar el tributo de honor que se le rinde al Pontífice con el culto de adoración que sólo se le puede rendir a Cristo).

La genuflexión ante el Señor feudal (las genuflexiones tienen su origen en la Edad Media, en la ceremonia de la corte del Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. Primero fue una genuflexión del vasallo frente a su señor, después ante el Obispo y posteriormente frente al Santísimo).

La genuflexión ante el ser amado (en señal inequívoca de fidelidad absoluta hacia algo que nos embarga, embriaga y supera).

Las rodillas, la rodilla, manteniendo su número mágico en proporción a la pierna, ese elemento y angulación que nos distingue del resto de animales no primates, gesto claro de cuando el hombre echa a andar y, a su vez, aprende a nivelarse y agacharse, aprende su significado y su concepto. Sabe como rezar, como amar y como recolectar. Las rodillas, esas extrañas articulaciones poderosas, fuertes, que doblegan toda una masa de músculos potentes y vigorosos que son nuestras piernas, nos indican versos y actitudes no sólo con palabras, sino con su propia imaginería popular.
Son frases célebres al respecto la de Víctor Hugo: “Ciertos pensamientos son plegarias. Hay momentos en que, sea cual fuere la actividad del cuerpo, el alma está de rodillas”.

O también las reflexivas palabras del dramaturgo Inglés Douglas William Jerrold: La religión esta en el corazón, no en las rodillas.

Se me antoja un recuerdo de joven, mirando un Cristo de no sé qué iglesia, con su hierática postura de sempiterno sufrimiento, de mirada perdida en unos ojos extremadamente tristes, fijando mi atención, cada viernes último de mes, en sus peladas y huesudas rodillas, no sé si por el inexorable y erosivo paso del tiempo en la laca de la talla o porque el artista escultor decidió mostrar una fragilidad extrema, unas rodillas casi visibles por lo frágil de la piel que las recubre, recordando su calvario y su dolor, casi como las rodillas heridas de cualquier niño que haya jugueteado por la plaza de su pueblo con los demás muchachos. Una mezcla de nostalgia, pena y alegría. El dolor de un rito salvaje mezclado con la diversión de un muchacho en un verano cualquiera de un lugar indefinido.

Hay rodillas en el antojo gamberro de pintores del Art Noveau, como Egon Schielle, mostrando actitudes eróticas y desganadas.

Perfiles de Cristos medievales que no pueden soportar más el peso o el dolor de inexplicables culpas, como la “Crucifixión en un sol oscuro”, en la que sólo Él muestra su flaqueza doblando las rodillas.

Un Narciso de Caravaggio arrodillado y embelesado ante su imagen perfecta.
Y así…un sinfín de actitudes, aparte de las mecánicas y funcionales, casi como si cada grado, cada ángulo inventado nos indujera a ver mensajes crípticos pero definitivos: un amor, una duda, un deseo… Como bisagras de una puerta que nos lleva a la sala de los pensamientos y deseos superiores de los demás.

Y así, reflexiono también en el trabajo, los peones y obreros recogiendo y arrodillándose para cargar con su carga, el recuerdo del bien sabido consejo de cargar genuflexionando ligeramente las piernas para evitar dolor en la espalda, los recolectores, la vendimia, hasta el éxtasis casi rendido de un amante, un dolor amoroso o de un místico medieval.