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Manejo de la ansiedad

Salud General
Autor
Fraternidad-Muprespa

Por  Mónica Martín Gil y María Lillo Martínez (Psicólogas).

 

Aunque no sepamos porqué sentimos lo que sentimos, tenemos que aprender a legitimar nuestros sentimientos, tanto si estos son negativos como si son positivos. Nadie elige la manera en la que siente.

La mayor parte de nuestras preocupaciones, nunca suceden. Por ello debemos aprender a no preocuparnos inútilmente por lo que no va a suceder y actuar para evitar o solucionar lo que si va a suceder.

Además, la mayoría de las situaciones no son tan importantes ni urgentes. Aprender que no ocurre nada grave, y que no es algo trascendental en nuestras vidas, es esencial para intentar mantenernos lo más tranquilos posible.

 

Cómo aprendimos a tener ansiedad

Tal vez, aprendimos a reaccionar de manera exagerada ante las dificultades. Pero si hacemos un recorrido de nuestras experiencias pasadas, también aprenderemos que todas esas situaciones pasaron, y que las superamos. Todo pasa, tanto lo positivo como lo negativo.

En ocasiones, se producen acontecimientos especialmente desagradables, que nos llenan de ansiedad y que requieren de un tiempo para poder superarlos.

De igual manera, existen periodos en nuestra vida, en los que se da una acumulación de pequeños problemas. No te alarmes, casi todo tiene solución.

A veces, tras resolver problemas, aparece la ansiedad. Inevitablemente, tras periodos de tensión, la persona necesita de un espacio de recuperación.

 

Lo que no nos ayuda con el manejo de la ansiedad

La mayoría de nuestras maneras de enfrentarnos a la vida, las tenemos ya aprendidas, incluso se remontan a un aprendizaje que comienza en la infancia y que incorporamos en nuestro inconsciente igual que la lengua materna, convirtiéndose en hábitos automáticos, que ya asumimos su validez sin ni siquiera cuestionarnos.

Y vivimos situaciones con las que adquirimos el hábito de preocuparnos, o a esperar siempre lo peor o a evitar situaciones, que por difíciles tememos, sin ser conscientes de todos los recursos que hemos ido desarrollando a lo largo de nuestra vida y que nos capacita para resolverlas.

Físicamente, el cuerpo se ha habituado a estar tenso y reaccionar con ansiedad en todo tipo de situaciones. El inconveniente de esto es que al normalizarlo no prestamos atención a las señales que nos envía nuestro organismo. Si nos desconectamos de estas señales, perdemos capacidad de reacción para la supervivencia/adaptación.

Es frecuente asustarse al percibir nuestro propio malestar. Entiende que la ansiedad es una respuesta adaptativa y positiva que nos posibilita la acción. Es normal tener ansiedad y tu cuerpo puede aguantarla. La ansiedad no mata, aunque es cierto que, en ocasiones, genera un elevado malestar.

 

Consecuencias de la ansiedad

La ansiedad no produce lesiones en el corazón, ni locura, únicamente es desagradable y es cierto que, en ocasiones nos hace tener sentimientos de infelicidad, depresión, irritabilidad, alteraciones del sueño, desavenencias en las relaciones personales, consumos tóxicos, etc. Por ello, es muy importante aprender a manejarla y esto, lleva su tiempo.

 

Cómo hacer para que la ansiedad no vaya creciendo

  • La importancia del ejercicio físico tiene que ver con que se generan endorfinas que son precursoras del sentimiento de felicidad y ayudan en la disminución de la ansiedad. Ama tu cuerpo, es el único que tendrás toda la vida.
  • Priorizar qué cosas hacer necesariamente, frente a las cosas que se pueden aplazar. Encontrar tiempo para hacer algo gratificante para uno mismo. La vida se compone de estos pequeños momentos.
  • Que los objetivos sean realistas y que sepas que se puedan conseguir.
  • Observar y aprender los síntomas previos a la aparición de la ansiedad para aumentar su control.

 

Cómo manejar la preocupación

  • Distinguir entre preocupaciones reales y no reales.
  • Las reales requieren de actuaciones inmediatas para buscar una solución o mejorar la situación. Aprende que eres capaz de resolverlo y superarlo, que existe una salida.
  • Las no reales requieren de un pensamiento más racional, intentando no exagerar y siendo más realista. Nuestra forma de hablarnos a nosotros mismos afecta a nuestra manera de interpretar y relacionarnos con el mundo.
  • Distraerse del pensamiento de preocupación con actividades mentales o físicas. Nuestra mente necesita descanso.
  • Valorar las probabilidades reales de que ocurra lo que tanto preocupa.
  • Evitar hablar de ello para no aumentarlo y convertirlo en una obsesión.

 

Cómo afrontar las situaciones difíciles

  • Planificar el afrontamiento de situaciones difíciles en lugar de evitarlas. Para ello lo primero es ser consciente de cuáles son las situaciones que suelen producirnos ansiedad.
  • Enfrentar las situaciones de manera gradual, empezando por lo más fácil, incluso pidiendo ayuda si es necesario a nuestros amigos y familiares, o a profesionales de la salud. Incluso recurrir a la medicación si se precisa.
  • Comprobar qué tal se está haciendo. Prémiate. En ocasiones se consiguen los objetivos y en otras no, lo importante es intentarlo.
  • Saber que nuestro organismo puede aguantar la ansiedad que le genera la incertidumbre, lleva su tiempo. No hay una recuperación inmediata y hay altibajos en la recuperación que además no debe entenderse como un retroceso si no como parte del proceso de evolución, como parte normal de cualquier aprendizaje.
  • Existe un lógico temor a volver a estar como al principio. A la recaída. Lo habitual, tras sufrir un trastorno de ansiedad, es que los síntomas no desaparezcan todos a la vez, si no que poco a poco sean menos intensos y se vayan espaciando hasta desaparecer.

 

No lo olvides. La mayor parte de nuestras preocupaciones, nunca ocurren. Y tenemos recursos para enfrentarnos a todas las situaciones o por lo menos la capacidad de aprender a hacerlo.

No hay prisa. Disponemos de toda la vida para aprenderlo.